A continuación tienes algunos textos del s. XVI acerca de la conquista de América y la controversia sobre la figura del indígena. Échales un vistazo y de momento no digo el autor, veamos si lo puedes llegar a deducir ;-)
Decid, ¿con
qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre
aquestos indios? ¿Con qué auctoridad habéis hecho tan detestables guerras a
estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas
dellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis
tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades en
que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por
mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado
tenéis de quien los doctrine y cognozcan a su Dios y criador, sean baptizados,
oigan misa, guarden las fiestas y domingos? ¿Éstos, no son hombres? ¿No tienen
ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto
no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan
letárgico dormidos?
“Compara ahora estas dotes de prudencia, ingenio,
magnanimidad, templanza, humanidad y religión, con las que tienen esos
hombrecillos en los cuales apenas encontrarás vestigios de humanidad, que no
sólo no poseen ciencia alguna, sino que ni siquiera conocen las letras ni
conservan ningún monumento de su historia sino cierta obscura y vaga
reminiscencia de algunas cosas consignadas en ciertas pinturas, y tampoco
tienen leyes escritas, sino instituciones y costumbres bárbaras. Pues si
tratamos de las virtudes, ¿qué templanza ni qué mansedumbre vas á esperar de
hombres que estaban entregados á todo género de intemperancia y de nefandas liviandades,
y comían carne humana? Y no vayas á creer que antes de la llegada de los
cristianos vivían en aquel pacífico reino de Saturno que fingieron los poetas,
sino que por el contrario se hacían continua y ferozmente la guerra unos á
otros con tanta rabia, que juzgaban de ningún precio la victoria si no saciaban
su hambre monstruosa con las carnes de sus enemigos, ferocidad que entre ellos
es tanto más portentosa cuanto más distan de la invencible fiereza de los
escitas, que también se alimentaban de los cuerpos humanos, siendo por lo demás
estos indios tan cobardes y tímidos, que apenas pueden resistir la presencia de
nuestros soldados, y muchas veces, miles y miles de ellos se han dispersado
huyendo como mujeres delante de muy pocos españoles, que no llegaban ni
siquiera al número de ciento. Y para no dilatarme más en esto, puede bastar
para conocer la índole y dignidad de estos hombres, el solo hecho y ejemplo de
los mejicanos que eran tenidos por los más prudentes, cultos y poderosos de
todos. Era rey de ellos Moctezuma, cuyo imperio se extendía larga y anchamente
por aquellas regiones, y habitaba la ciudad de Méjico, situada en una vasta
laguna, ciudad fortísima por su situación y por sus muros, semejante á Venecia
según dicen, pero casi tres veces mayor, tanto en extensión como en población.
Este pues, habiendo tenido noticia de la llegada de Hernán Cortés y de sus
victorias, y de la voluntad que tenía de ir á Méjico á tener con él un
coloquio, procuró con todo género de razones apartarle de tal propósito, y no
pudiendo conseguirlo, lleno de terror le recibió en su ciudad con un escaso
número de españoles que no pasaba de trescientos. Habiendo ocupado Cortés la
ciudad de este modo, hizo tanto desprecio de la cobardía, inercia y rudeza de
estos hombres, que no sólo obligó por medio del terror al rey y á los príncipes
que le estaban sujetos á recibir el Yugo y señorío de los reyes de España, sino
que al mismo rey Moctezuma, por sospechas que tuvo de que en cierta provincia
había tramado la muerte de algunos españoles, le puso en la cárcel, llenándose
los ciudadanos de terror y sobresalto, pero sin atreverse siquiera á tomar las
armas para libertar á su rey. Y así Cortés, varón como en muchas ocasiones lo
demostró, de gran fortaleza de ánimo y de no menos prudente consejo, tuvo
oprimida y temerosa durante muchos días con el solo auxilio de los españoles y
de unos pocos indígenas á una multitud tan inmensa, pero que carecía de sentido
común, no ya de industria y prudencia. ¿Puede darse mayor ó más fehaciente testimonio
de lo mucho que unos hombres aventajan á otros en ingenio, fortaleza de ánimo y
valor, y de que tales gentes son siervos por naturaleza?”
309-311
Con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos
bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio,
virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como niños a los adultos
y las mujeres a los varones, o los negros a los blancos, habiendo entre ellos
tanta diferencia como la que va de gentes fieras y crueles a gentes
clementísimas.
¿Qué cosa pudo suceder a estos bárbaros más
conveniente ni más saludable que el quedar sometidos al imperio de aquellos
cuya prudencia, virtud y religión los han de convertir de bárbaros, tales que
apenas merecían el nombre de seres humanos, en hombres civilizados en cuanto
pueden serlo?
Por muchas causas, pues, y muy graves, están obligados
estos bárbaros a recibir el imperio [imperium] de los españoles, [...] y
a ellos ha de serles todavía más provechoso que a los españoles, [...] y si rehúsan
nuestro imperio podrán ser compelidos por las armas a aceptarle, y será esta
guerra, como antes hemos declarado con autoridad de grandes filósofos y
teólogos, justa por ley natural.
La primera [razón de la justicia de esta guerra de
conquista] es que siendo por naturaleza bárbaros, incultos e inhumanos, se
niegan a admitir el imperio de los que son más prudentes, poderosos y perfectos
que ellos; imperio que les traería grandísimas utilidades, magnas comodidades,
siendo además cosa justa por derecho natural que la materia obedezca a la
forma.
"Muy poderosos y soberanos
señores: el obispo que fue de Chiapas besa á V.A. las manos suplico tenga por
bien con atención oír cómo ha muchos años que ando en esta real corte y ante
este Real Consejo de las Indias, negociando y procurando el remedio de las
gentes y naturales de las que llamamos Indias, y que cesen los estragos y
matanzas que en ellos se hacen contra toda razón y justicia; y puesto que la
voluntad de los reyes ha sido proveerlos de Justicia y conservarlos en ella, y
no consentir que les fuesen hechos daños y agravios y así lo han mostrado por
sus muchas leyes, pero llegadas allí no se han cumplido, porque los unos y los
otros siempre han engañado a los reyes. Dos especies de tiranía con que han
asolado aquellas tan innumerables repúblicas: la una en nuestra primera
entrada, que llamaron conquista. La otra fue y es la tiránica gobernación a la
que pusieron con nombre repartimientos o encomiendas, por la cual a los reyes
naturales habernos violentamente, contra toda razón y justicia, despojado a los
señores y súbditos de su libertad y de las vidas."
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